La manera de proceder fue entender la Gran Vía como un contenedor arquitectónico en el que en principio poco importaban las redes que nos encontramos diseñadas de antemano, sino sobre todo la actividad de las personas que las componen, sus ritmos, miradas, flujos e interrelaciones, de modo que por sus maneras de actuar se generan nuevos ejes de recorriedo, ejes directos y sobre todo nodos invisibles que permiten configurar y entender de mejor forma el problema al que nos enfrentamos.
Se subdivide las personas en cuatro patrones básicos por edades y las horas de un día cualquiera en 6 tramos representativos de llos cambios de actividad o cuanto menos de movimiento en las acciones, ya que una respuesta del análisis es que no debemos hablar a todas horas de actividad, sino que a veces como por la noche sólo existe movimiento, estancia y recreación de uno mismo, no hay actividad representativa, se está en la Gran Vía por estar.
En cada tramo de día se fijan los nodos de estancia y de encuentro por un análisis visual de la zona, además de los puntos representativos a intervalos de las zonas donde los diferentes patrones ejecutan su actividad. Con esto se crean nodos de actividad nuevos a lo largo de las horas, abriéndose y cerrándose según se genere o no movimiento en su entorno. El siguiente paso analizar los flujos de los ejes y la permeabilidad real de las manzanas existentes, viendo por zonas de un simple vistazo las zonas en los tramos horarios que se activan y se desactivan.
Por último se desarrolla la parte interesante del análisis, donde se proponen los nuevos nodos de confluencia virtuales de la "Gran Vida" de acuerdo a lo estudiado con anterioridad, nuevos núcleos de actividad invisibles a los ojos por carecer de un entorno arquitectónico que lo caracterice de acuerdo a ello donde se concentran los nodos de interacción de la gente, quedan, paran y ven, observan, se alimentan y analizan lo que ven de acuerdo a sus pensamientos subjetivos. Uniendo ciertos núcleos se crea la malla virtual de ejes directos, lugares de paso donde se concentran grandes flujos delimitando las manzanas con mayor actividad y permeabilidad a la misma.
Conclusiones del análisis es entender la Gran Vía no como el conector de Madrid, una de sus arterias, sino como la gran barrera ante la actividad humana, nuestro muro de Madrid personalizado, donde sesga la trama, no arquitectónica queda claro que nos referimos a la trama de actividad. Los focos confluyen a lo largo de la misma pero no hay grandes ejes que dispersen, sino que nos constriñen en una franja que impide el paso de flujos y sobre todo de desarrollar la misma actividad a ambos lados. Las manzanas son impermeables, un mero contenedor que no contiene nada, sólo delimita, donde la actividad se desarrolla en planta baja pero nunca en altura.
Los núcleos a su alrededor se suceden, pero son núcleos inventados por la gente que la habita, lugares invisibles donde se queda de mutuo acuerdo o se permanece guiándose por detalles tan simples como un estanco, banco o establecimiento de lotería, cuando no es una salida de metro; mientras que los ejes que la conectan recorren ejes reales cuya importancia poco tiene reflejado en su carácter de vía trasera de la Gran Vía, poca entidad tienen para la actividad que soportan.
Por último la actividad, desarrollada siempre en la calle o poco más en la planta baja de las manzanas, siempre lo mismo, nunca nada nuevo. Se cree que por ser antiguo y estandarte de la ciudad está bien, pero muchas cosas deberían cambiarse: el ocio está tan limitado por la planta baja y los precios que difícil es su desarrollo y las calles adyacentes están tan ocultas que no les merece la pena porque los precios siguen siendo muy elevados; el flujo rodado es tan fuerte que divide en dos orillas con escasos conectores (no hablo de pasos de cebra) tanto físicos como visuales, dos orillas enfrentadas que no se miran y viven de espaldas cada una hacia su lado de la ciudad, de las que son límite de actividad, flujo, estancia y relaciones.
NOTA: Pendiente de subida del documento final
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